Después de tanto afán
Share to TwitterShare to ImprimirShare to CorreoShare to Más...Vida salvaje
Juan Ramón Santos
Hiperión. Madrid, 2022
Dos libros de relatos, cinco novelas, varias traducciones al castellano de obras portuguesas, el premio “Edebé” de Literatura Infantil (2021) y dos poemarios, acreditan la versatilidad de géneros en los que se mueve Juan Ramón Santos (1975).
La publicación de Vida salvaje -galardonado con el “Valencia” Institució Alfons el Magnanim”-, reafirma una voz lírica de madurados acentos en donde “… todo parece por hacer,/ en que la claridad es un regalo/ de este raro misterio que es la vida”. Consciente de que la existencia es una quimera, a veces promesa, a veces apariencia, su decir se hace alianza al par de una naturaleza que gira en derredor de su costumbre. Y así, en la primera parte del libro, “Día de campo”, el poeta placentino se cobija “entre los árboles del huerto, / la más sabia lección de resistencia”. Y, además, se deja ganar por los dones infinitos de la tierra para avivar la memoria y la dicha de segar el césped, de contemplar las flores amarillas de septiembre, de prender con las manos los frutos de la higuera, de aprovechar la sombra de los chopos, de hacerse, en suma, animal y alimento de su propio y vívido hábitat: “Que la vida, después de tanto afán,/ en realidad es poco más que eso:/ una siesta, las hojas de una hiedra,/ un remanso de verde y de frescura,/ el placer e sentir que respiramos”.
En su segundo apartado, “El emboscado”, la tenaz incógnita de las estaciones convoca un puñado de inspirados haikus donde se conjugan la esperanza, la lluvia, el alba, el mirlo…, y que se alzan frente al enigma de lo humano: “No reconozco/ al hombre que se asoma/ en el riachuelo”.
Como coda, “Aprendizaje”, memora el definitivo adiós de los seres cercanos y queridos (“Hoy uno lleva demasiadas pérdidas/ a cuestas como para, aún,/ creer en una muerte reversible”) y ahonda en la desposesión, en la soledad y desamparo que sucede a lo finito. Más aferrado de nuevo a la acordanza, a los instantes que fueron ventura, Juan Ramón Santos concluye un poemario intenso, honesto, donde aúna sabiamente lo terrenal y celestial; o lo que es lo mismo, el tiempo y el espacio que nos hace más libres, más humanos: “Hay lágrimas que llegan a destiempo,/ al cabo de los años,/ cuando mientras recoges la cocina/ se te viene a los labios a traición/ la copla que escuchaste tantas veces/ en labios de tu abuela”.
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