PÚBLICO. NUEVA TRIBUNA.ES
Crítica de Jesús Cárdenas
Un libro armónico y contundente: “Contra el rey”, de Juan Manuel Romero
Las circunstancias reales nos llevan a posicionarnos a favor o en contra. Sin embargo el título Contra el rey, de Juan Manuel Romero, debe desconfiar al lector del sentido de animadversión contra el monarca huido. El sentido sorprende, pues nos lleva a un ajuste en el rey que fuimos, la persona más importante, para nuestros progenitores; en cambio pasamos a segundo plano cuando nace en el seno familiar el que será, pues ocupará nuestro lugar el nuevo rey, convirtiéndonos en progenitores. Al fin, se trata de la lucha del mismo sujeto consigo mismo entre el pasado y el presente.
El poeta sevillano, después de haber dado a la imprenta obras con un buen recorrido, sigue mostrándose tan sólido como singular en Contra el rey, con la que obtuvo el XXVII Premio de poesía Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina”, editado por Hiperión. Por la estructuración dada en tres secciones, podría ponerse en relación con Hasta mañana; si bien es verdad que, en este último publicado, la expresión el nivel de condensación es mayor y cada palabra resulta indispensable.
Si escondo
todo cuanto me daña
(la ineptitud para expresar afecto,
la ironía…),
me alejo de las rocas,
de su silencio firme.
Pero hacia dónde ir que no esté yo.
Si la metáfora del acantilado se vincula con la posibilidad de arrojar el “yo” pasado, la mirada del sujeto se hace minimalista, con el foco de atención reconcentrado en el detalle en el magnífico “Pan para los peces”:
Diluirse en lo gris es vocación.
Amar interminablemente
un poco de agua:
la única manera
de querer algo a fondo.
En la segunda sección, “Gracias, desprendimiento” el reinado se ve afectado por la terrible enfermedad del padre, entonces se repasa el tiempo desde la mirada del hijo. En esa búsqueda empática con los progenitores explora en los detalles más tiernos a la vez que desgarradores. Poemas como “Un dragón dormido”, “Días de 1981 y 1982” o “Bandera blanca” cuentan entre susurros, con admirable sobriedad expresiva, el día a día hospitalario. Sobresale por su intenso lirismo como homenaje último. Imposible resistirse a nombrar esos versos finales con cierto regusto bíblico:
Como cae un alud
repentino, pujante,
mi tiempo arrastrará todo tu tiempo,
rocas amontonadas
sobre nieve revuelta,
He descubierto en ti
una energía inagotable, limpia.
Gracias, padre.
Gracias, desprendimiento.
La figura del padre cierra una etapa y abre otra. El rey cesa sus aspiraciones, dimite su orgullo, dejando definitivamente atrás su pasado para ocuparse del hijo que nacerá. Así tan delicado y tierno es “Dentro y fuera”, aunque surjan las dudas de la paternidad, tantísimas interrogantes multiplicadas por miedos: “Me has pedido que ponga / una mano en tu vientre / y he sentido al fondo el movimiento”. Más adelante, se confirma: “Hoy sé que el miedo / irá conmigo siempre”. Los finales de las composiciones se convierten en rotundas imágenes, imágenes que rondan al lector, porque son preguntas o afirmaciones que siempre están ahí, como vemos en “Meteorito”: “Ya sabes que serás sólo una piedra / inmóvil / sobre un pequeño cráter, // pero vibrando de infinito”, o la ternura tan visible en “Cicatriz”: “no cosía tu piel: / me ataban a tu cuerpo para siempre. “Cazorla” es un poema para analizar detenidamente por su excelencia. En él la naturaleza nos muestra el camino, el mismo que el nacimiento del Guadalquivir llevará hasta su desembocadura y a deslumbrar en los instantes: “Agua recién nacida, / pequeña, / la vida te desliza hacia su fin. // Sigue tu cauce sin temor y brilla”. Así, fluyendo, se encamina, de manera natural, siendo lo esencial, dejando el trono al hijo, el “yo” del futuro ha vencido al “yo” del pasado: “Harto de la ironía, / me quedaré callado.// Renuncio a ser el rey / del pueblo en rebelión que soy yo mismo”.
Contra el rey contiene una poesía del yo tan sugerente como desgarradora. Romero crea un libro de poemas armónico y contundente, donde se enarbola la poesía.
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