LOS ÁRBOLES QUE NOS QUEDAN,
de Ramón Andrés
Hiperión, Madrid, 2020, 82 pág., 12€
Las yeguas que bajan por la rampa de un camión (y que
le recuerdan el lenguaje) y Bach, al que ruega para que no
se vaya. La nieve, esa levadura del frío, y los libros, que son
perros que le siguen a uno donde vaya. La lluvia, que nolo es si no te hace humilde, y la duración, esa modalidad
de la luz. Ramón Andrés mira fuera (el pueblo, el bosque)
sin dejar de mirar dentro (la música, la poesía). O, mejor,
sin que uno acabe distinguiendo la línea de esa frontera.
Quizás porque no la hay (o no, al menos, para alguien
que entiende lo-que-es sin convertir ese entendimiento en
imposición o losa) o quizás porque, aunque la hubiera,
no se alza como separación sino como invitación, reclamo,
metáfora o juego. Un mercado de vacas y el Orfeo
de Rilke. Un sabio. Un libro para quedarse dentro.
Jesús Aguado
El Ciervo, Marzo-Abril 2021
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