José Iniesta sobre El monstruo de las galletas:
Hace unas semanas me llegó el regalo de mi amigo Sandro Luna, El monstruo de las galletas, su último libro. Pasear por su poesía desnuda y esencial, directa al corazón, ha sido como transitar un paisaje que conozco desde hace mucho tiempo, como entrar a mi propia casa.
La poesía de este hombre es cada vez más un ejercicio de amor, una manera de manifestar la verdadera alianza que sentimos con los seres y las cosas que nos concede el desconcierto del mundo. Desde lo más personal, desde lo más cercano, junto a aquellos que hemos amado y que están o no están junto a nosotros, Sandro se lanza sin retóricas ni ornamentos al vacío y la aventura de cantar la vida, con cuánta claridad.
Hay un hondo temblor que jamás miente en su palabra, un agradecimiento muy humano por poder nombrar todo aquello que da sentido a nuestras vidas.
Este poeta no miente nunca, respira a fondo, comparte su dolor y su dicha con una confesión a pecho abierto que parece nombrar el mundo con la voz de un niño, a su puro sentir.
Es mucho lo que este libro, El monstruo de las galletas, nos da, y es bueno aceptar sus dones porque después de su lectura parece que seamos un poco mejores, que sintamos una honda reconciliación con el mundo. Palabra desnuda y desvalida donde nada sobra y todo clama, confesión al oído que cala en el corazón, y una galería de emociones, seres y verdades que nos arrastran a un lugar sagrado, a una desembocadura piadosa que agradece.
Música, siempre una música personal que conturba y que nos hace sonreír a un tiempo. Vale mucho la pena esta honestidad, el oficio de este hombre que es puro entusiasmo y generosidad en su decir, puro darse porque no le queda otra. Agradecer a Sandro también el poema que me dedica, un poema de una transparencia y profundidad que conmueve y que aúpa a regiones muy altas, por amor.
Comentarios
Publicar un comentario