Cantos clásicos de Corea, de Key-Zung Lim (ed.)

“¡Cuán triste y lastimero es el mundo profano! / ¿Cuántas vidas esperan los que sin orar / viven pegados en mundano deseo, y sumergidos en la ambición? / (…) Señores, a practicar la virtud, por favor. / Las virtudes de este mundo se reflejarán en otro mundo. / Vana riqueza, labor de cien años, desaparece en una mañana; / el rezo de tres días es joya que dura millones de eones.” El libro Cantos clásicos de Corea (Hiperión), editado por Key-Zung Lim, es un tesoro bilingüe de la literatura universal tejido por decenas de poemas de entre los siglos I y XV, la época clásica de la cultura coreana: “Oh, Luna mía, vaya ahora / a la tierra del occidente, / diga esto al Buda / de la Vida Eterna: / Hay un hombre que aspira / siempre la vida eterna / con las dos manos unidas / hacia el Buda que escucha. / Ah, dejándome a mí / ¿logrará esos deseos?”
Al igual que en la poesía clásica china, el género era cultivado por personas de todas las edades y clases sociales: monjes, laicos, civiles, niños, adultos o militares cantaban la vida a través de sus composiciones. La música y la danza son los rasgos más significativos de esta cultura. Los poetas cantores recogían en sus manifestaciones el pensamiento, las creencias y la idiosincrasia del país de la “mañana serena”: “En las lenguas de la multitud / que exclama Namo Amitabha / surge un pensamiento / de un mar de infinitas palabras. / Quisiera llenar este mar / con infinitas virtudes de Buda / y sus buenos hechos / entre los humildes.”
La obra entrelaza una gran variedad de temas que dan una amplia visión de la sociedad de aquellos siglos y de las inquietudes de este pueblo: la naturaleza, las actividades cotidianas, los hechos históricos, mitológicos y religiosos, así como la paz, la tristeza de una despedida y la alegría de un encuentro; la búsqueda de la iluminación, el amor de una madre, el día a día de los campesinos, las fiestas palaciegas, el lamento por la vejez o, entre otros cantos populares, canciones a los meses del año y al cambio estacional: “Al caer la flor roja del cerezo y al verdear la fragante hierba, / lleno de licor la copa. / El cálido viento estival sobre el geomungo, las plantas verdean, / el bello quiosco enmudece. / Los gansos salvajes se van, crisantemos amarillos y rojos arces / bordan toda la montaña. / Ah, ¿qué tal la bella escena de la blanca nieve y los rayos de la luna? / Gocemos la paz en este mundo muy hermoso. / Ah, gocemos de las cuatro estaciones.” ¡Muy recomendable!
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