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El jarrón roto de García Caballero por Gómez Ribelles

EL JARRÓN ROTO

2/13/2020

 
JOSÉ ÁNGEL GARCÍA CABALLERO. EL JARRÓN ROTO
(Hiperión, Madrid, 2019)
 
por ANTONIO GÓMEZ RIBELLES

Existe una técnica japonesa de restauración de cerámica que, lejos de querer esconder el daño en las piezas, lo embellece y visibiliza con resina y polvo de oro o plata. Es una rehabilitación que valora más la historia que hay detrás de la pieza dañada, el daño que enriquece el objeto dotándolo de vida y que no esconde las cicatrices sino que las expone más todavía, como medallas. El título de este libro me ha recordado esas restauraciones, aunque en principio nada tenga que ver, como también me ha recordado la imagen de Atenea Pensativa que ilustra la portada los trabajos arqueológicos y viajes que por distintos motivos me han acercado últimamente a la arqueología y a la cultura griega y romana.
        Grecia, y no Japón, es el eje de este libro de José Ángel García Caballero. La figura dibujada de un relieve del Museo de la Acrópolis nos vuelve a encaminar hacia la cuna literaria y cultural de Europa, hacia el paisaje mediterráneo y sus referencias clásicas. Basta con mirar el catálogo de Hiperión, por citar a la editorial del libro, y otras que seguro vienen rápido a la mente, para darse cuenta de que nunca hemos dejado de lado una herencia intelectual y real excepto cuando una Europa económica y cruel ha maltratado injustamente al país que mantiene nombre y territorio. Todo sigue tan vivo como ha estado siempre en la literatura mediterránea y anglosajona, pero a veces todo parece un jarrón roto, sólo un jarrón roto.
         El amor que sentimos por la historia y la cultura que nos ha formado nos exige la necesidad de dar pie firme a nuestros hechos. José Ángel García Caballero crea una tensión necesaria entre lo cotidiano y el mundo clásico y entre éste y su paternidad. Y también nos exige atención al viaje y a la ciudad, porque “ellos” eran la ciudad y el viaje. Construimos inevitablemente la vida en relación a la memoria, sea ésta real o no, bien por ser adquirida o por pura mentira literaria, pero poner señales en nuestro recorrido que nos unan con lo que fue un pasado magnífico hace que actualicemos los temas clásicos vistos y leídos desde lo cotidiano, desde la casa que habitamos.
         El primer poema utiliza palabras que son marcas de vuelo de la lectura de las tres secciones en que se divide el libro: pedazos, relatos, fronteras, mar, ciudades, dedos infantiles, fragmentos, vasija vieja, eco. Un fragmento:
 

Los dedos infantiles de la historia
engarzan mis fragmentos. Será vasija vieja
o búcaro de aliento, el cuarto de reposo
de su eco quebradizo.
 

[‘Piezas sueltas’]

        Es importante la estructura del libro, en tres secciones, como son importantes los títulos y las citas que los acompañan. La primera sección se titula “Al final de esta frase”, y está tomado de la perfecta cita de Dereck Walcott, «At the end of this sentence, rain will begin», autor cuya obra más conocida es Omeros, libro de referencias clásicas actualizadas. Es la casa el entorno de los poemas, donde no dejan de aparecer esas palabras necesarias que construyen la continuidad del libro, los nombres de lo real desde lo cotidiano que pasea por la casa, el trabajo o las calles de la ciudad que habitamos, pero desde ahí con la meta del viaje. Desde la casa habitamos el mundo y extendemos los hilos necesarios hacia la literatura, la calle y el trabajo, todo con referencias, pinceladas, palabras, poemas que anuncian tanto lo pasado como lo futuro: «folclore antiguo mirándonos adentro», «recordándonos esa noche, aquella idea de volar a Grecia»...

...
Recuerdo bien las fechas,
soy capaz de crear calendarios de instantes
llamativos: pequeños y grandes sobresaltos
de mi relación íntima con el mundo y sus calles.

[‘Aniversario’]


Anunciado viaje a Grecia que ocurre en la segunda sección, la que comparte título con el libro, y que es la más centrada en el mundo clásico, mundo clásico que aparece como contraposición al presente, en un ejercicio crítico de gran observador en el que los temas de la pérdida, la emigración trágica, los héroes cotidianos, la ruina en los museos, las estatuas, se presentan tras la cita de Mario Sa Carneiro extraída de su poema ‘Estatua falsa’ «sou templo prestes a ruir sem deus». Y es esta idea del silencio de los dioses la que abre esta parte del libro ante la observación de la ruina, el escombro convertido en ruina en los museos para que nos hable:

...
Han callado los dioses
lo sé porque hablan las piezas sueltas del lécito
tras la vitrina, ellas que rozaron aires aromáticos
son ahora palabras de aquellos invocados,
...

[‘El silencio de los dioses’]
 

    Melancolía en las piezas de los museos y los restos arqueológicos que cantan a lo ido, como la puerta del templo de Apolo en Naxos, pero que «todavía sostienen el lamento de Ariadna» a los dioses silenciosos ya, que sin embargo nos llevan al hoy y a los héroes actuales que viajan en metro y que vienen del exilio, que cruzan un Mediterráneo que les es esquivo y que vemos en nuestros televisores, que nos recuerdan que todo aquello fue verdad, pero que es otra verdad ahora; todo recogido en el cuadro de la ciudad, la cultura que construyó la ciudad como escenario de todo lo que de creación fue posible. Siguen los nombres marcando el camino hasta ‘Europa’, el último poema de la sección:

He leído tu historia,
por eso reconozco tu rostro en el vagón,
pero no sé tu nombre
...

         La vuelta de la Grecia visitada da paso a la paternidad en la última parte del libro “Algunas hojas verdes” (Machado y la memoria en la cita) y de vuelta a esas palabras que nos unen todo de manera inteligente: viento, mar, barco, ciudad, palabras que relacionan las tres secciones, que nos siguen llevando y teniendo presente el origen personal e histórico. Aquí están las fechas, los ocho poemas para Melina, donde aparece Grecia llorando, los viajes y las ciudades, los idiomas y las calles. Desde el pasado se lee el presente y se avista el futuro.
         Una lectura limpia de adjetivos, un lenguaje esencial en todo pero perfecto en su cometido de hacernos ver lo vital y las relaciones de la memoria con la terca realidad. Una estructura que nos lleva a la identificación desde los más cotidiano a al mundo clásico sin excesos culturalistas y con un sentido crítico de lo observado.
         Y, volviendo al principio, me da por pensar que sí venía a cuento lo del kintsugi, que José Ángel García Caballero ha conseguido mirar con atención las piezas rotas de los objetos y de su historia, y que ese jarrón del que nos canta sus grietas y cicatrices ha conseguido restaurarlo con polvo de oro. Magnífico libro y merecido premio «València» de la Institució Alfons El Magnànim.

Esta semana Grecia vuelve a llorar, Melina.
Hay pueblos, mi pequeña
que siempre están de vuelta hacia su patria
y tú lo sabrás pronto,
porque tocarás pronto el mar y mirarás.

Tranquila y expectante, tú que querrás ser barco,
comprenderás el llanto de los griegos.
Ahora que ya empiezas a escuchar,
percibirás en breve esos acordes
que buscan sosegar el viento del regreso.

Como una nana que, en voz baja,
rescata la belleza de los días.
Como un sueño calmado que evoca la belleza
de los viajes cantados por la noche.

[‘Ocho poemas a Melina III’]


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