Libros de 2019 | Especial Navidad Pensé que los abuelos son la tierra
"Nunca
me gustaron los peces de mi pueblo (...) Se me hicieron toscos,
contrahechos, / bajo esa piel verdosa macilenta, / bajo ese brillo gris
terroso y sucio. / Pescarlos con anzuelo era muy fácil / y eso me
ofendía", escribe Maribel Andrés Llamero (Salamanca, 1984) en Autobús de Fermoselle, el libro con el que logró ex aequo
el Premio Hiperión, un emocionante y sobrio reencuentro con sus raíces.
"Soy de un hogar compacto hasta la grieta, / donde el roble solo sangra
si lo partes. (...) Esto es Castilla".
Llamero, que se dio a conocer el pasado año con La lentitud del liberto, publicado por la editorial sevillana Maclein y Parker,
se sabe de un "hogar que se seca" y se pregunta "quién oirá este canto
de labranza / que cargo en mis espaldas": en estas páginas, en las que
también se evocan una adolescencia con "los labios manchados de moras" y
aquellos veranos que desprenden "el aroma de la jara en flor", la poeta
vuelve su mirada a su "origen y linaje".
Aquella bisabuela cuyas manos "sembraron romero y ayudaron a otras a
alumbrar"; las mujeres que "reviven enemistades / y también odios,
rencillas, / noviazgos contrariados" y acabarán siendo las voces del
desierto; la abuela que nació en un lugar hoy sepultado por un embalse y
trata de "evocar el color / de aquellos muros, de qué tamaño eran". En
sus invocaciones acabará encontrando la autora un conmovedor sentido de pertenencia. "Esto es Castilla, / nunca fue mejor, solo la nuestra. / Esto es Castilla, lo que somos".
El Premio Hiperión también distinguió este año otro libro espléndido, Los días hábiles, en el que el jiennense Carlos Catena Cózar
(Torres de Albánchez, 1995) también dialoga con sus antepasados. "Pensé
que los abuelos son la tierra / y los nietos sus habitantes / por eso: /
en honor a la patria cuando murió mi abuela / pedí a mi madre que en
lugar de Carlos me llamara Regalada Palacios", relata Catena en su
primer libro, que más allá del homenaje a su abuela, presente a lo largo
de todo el texto –"mantengo el orden según sus enseñanzas / lo cocino
todo con aceite de oliva / y desconfío de los que tienen dinero"–
reflexiona sobre la precariedad de su generación y la futilidad de las metas heredadas.
"La mayor hazaña del hombre moderno / es cotizar hasta
jubilarse / cuarenta años de dolores y fatigas infinitos / como un
castigo de los dioses griegos", anota el autor, que con una voz poderosa
–en la que resuenan ecos de Allen Ginsberg o Louis Aragon–
capaz de hacer alquimia ante la realidad más prosaica habla de jóvenes
desplazados a otros países, que subsisten en restaurantes "donde
languidecen los yonquis / se asean los mendigos", que empiezan a
descifrar la vida, el amor, las (nulas) expectativas de futuro, como
perros que no saben nadar –una de las imágenes más bellas del conjunto–
pero corren tras una pelota lanzada al agua.
Catena cree que el lirismo y la belleza, "lo que
importa", ocurre de espaldas a "los días hábiles", pero cuenta este
tiempo de "contratos basura" con inesperada calidez, especialmente
cuando aborda la dignidad de los derrotados: "Mi abuela no quiere que yo me vaya /porque su padre porque su madre / los muertos y este país no fueron para esto".
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