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domingo, 13 de octubre de 2019
SOBRE IRAZOKI Y EL CONTADOR DE GOTAS
Alguna vez, quizá con más descaro que ciencia, vaticiné que el futuro de la
poesía como género creativo (y no como mera reiteración de formas métricas
heredadas) estaba en la prosa. Se entiende que no en cualquier prosa, tampoco
en el estilo bonito, azucarado, de adjetivación excesiva, que algunos, sin mala
intención probablemente, nos han querido vender como poesía. No me molesta leer
un buen soneto reciente como tampoco le hago ascos a la música del laúd, y
todavía, por fortuna, compruebo que cierto tipo de versos me permiten activar
la experiencia poética.
Uno de los escritores que, a mi juicio, ha contribuido con mayor pericia y acierto
literario a la creación de una prosa poética moderna es Francisco Javier
Irazoki, de quien habíamos leído Los hombres intermitentes (2006) y Orquesta
de desaparecidos (2015), ambos títulos editados en Hiperión. A estos dos libros de
poemas en prosa, como el propio autor gusta de llamarlos, se añade ahora El
contador de gotas (2019), con el que culmina el proyecto. No sabemos si
Irazoki ofrecerá en el futuro algún nuevo título de las características de los ya
publicados. Lo que sí sabemos, porque el propio autor se ha encargado de
manifestarlo, es que la idea inicial consistía en escribir tres obras pensadas
para integrar la terna que hoy ya podemos disfrutar completa.
Las tres obras guardan una armonía de temas y estilo, este último
caracterizado por una contención elegante y una fina musicalidad verbal que
fluye de maravilla tanto en la lectura silenciosa como en la recitación en voz
alta.
También El contador de gotas
reúne textos, cuarenta y cuatro en
total, de sabor autobiográfico, si bien en un sentido no anecdótico. Son
textos,
por así decir, vividos, sacados por tanto todos ellos de la peripecia
vital de quien los escribió, al mismo tiempo que exhiben una rica
imaginería.
El propio Irazoki lo ha dicho en una entrevista bellísima recientemente
publicada
en El Cultural (donde, además, ejerce de crítico de poesía): “En
realidad, todos mis libros son autobiográficos.” Y especifica con una punta de
ironía: “Todavía ignoro cómo se describe literariamente lo que no me ha
ocurrido.”
Irazoki tiene esas tres cosas que no faltan nunca al poeta grande: escritura,
un mundo propio y una filosofía de la vida, que en su caso reposa sobre un
suelo moral básicamente humanista. Hay, en este como en sus libros anteriores,
dolor y agradecimiento, toma de postura sin tapujos y seres concretos. La suya
es una poesía habitada, no escasa en nombres propios, ya sea dentro de la composición
o en las dedicatorias. Ahora bien, no es mi intención escribir aquí una reseña
al uso sino dar noticia, a quienes conserven la capacidad de sentir y disfrutar,
de un libro hermoso, muy hermoso; de un libro emocionante, magníficamente
escrito, de una enorme densidad humana. O, dicho de otro modo, El
contador de gotas es un título mayor de uno de nuestros poetas mayores.
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Fernando Aramburu Irazoki
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