

Que Fernando Aramburu le dedicara un artículo en El Mundo a toda página, en su sección "Entre coche y andén", fue la gota que colmó el vaso de mi paciencia lectora. Antes, claro, su editor, Jesús Munárriz, de Hiperión, ya había tenido el acierto y la delicadeza de enviarme Las niñas siempre dicen la verdad, de Rosa Berbel (Estepa, 1997), estudiante en Granada, la muchacha de la que hablo. Me resistí, no obstante. El título... Lo suficiente para no poder votar la obra en mi lista de los mejores de El Cultural (lo que sí hizo Irazoki). Pero ayer, día 2 de enero, cumpleaños de mi hermano Jesús, me fui a la Hospedería de Hervás a pasar la mañana y metí en la mochilina ese libro. Iba con otros que volvieron tan cerrados como se fueron. Creo que elegí bien. Era mi segunda lectura de 2019. Antes del concierto vienés de Año Nuevo ya había degustado una obra mayor, Descendimiento, de Ada Salas, tan distinta, por cierto, de la que ahora nos ocupa.
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