Bajo la luz, el cepo
Bajo
la luz, el cepo. Olalla Castro.
Hiperión. Premio de Poesía “Antonio Machado en Baeza”. 2018. 85 páginas.
La
escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie se lamentaba hace unos días en la Feria del Libro
de Fráncfort de que las historias relatadas por mujeres “siguen sin oirse”. De
hecho, reclamaba al mundo editorial una mayor apertura en sus catálogos con el
siguiente argumento: “Es importante tener una amplia diversidad de voces, no
porque queramos ser políticamente correctos, sino porque queremos ser precisos.
No podremos entender el mundo si seguimos fingiendo que una pequeña parte de él
representa al mundo en su totalidad”. Hasta aquí, el canon literario de
cualquier país está prácticamente integrado exclusivamente por hombres, son sus
historias las que exportan una inequívoca visión del mundo, como si éste no
pudiese observarse desde otras perspectivas y representarse de un modo
diferente. Para ello, Ngozi reivindica que se publique a más mujeres y que se
den a conocer sus relatos. Sólo a través de dicha difusión la otra mitad del
género humano podrá sentir empatía hacia nosotras, y sólo así la Historia podrá
reconstruirse por completo. Por fortuna, ediciones Hiperión lleva 40 años
dándonos voz a las mujeres, creando un espacio de libertad expresiva ya desde
las postrimerías de la dictadura, cuando la mordaza estaba todavía muy cerca de
la mano. Desde 1976, Jesús Munárriz y Maite Merodio han sacado a la luz las
obras de 84 autoras en 127 títulos individuales y 4 antologías. Una de ellas es
la granadina Olalla Castro
(1979), a la que acaban de publicar Bajo la luz, el cepo. Tuve la suerte de conocer a Olalla en Orihuela
en 2013, con motivo de la entrega de los premios de poesía “Miguel Hernández”.
Yo gané la modalidad Internacional con La Guerra de Invierno (Hiperión), y ella la nacional con La vida en
los ramajes (Devenir). Ya en
aquel libro, Olalla asumía una lucha por la visibilidad de sus hermanas poéticas (guiño a Amy Lowell), dedicando un par de textos a Virginia Woolf y a Emily Dickinson. Pero más allá de ambos homenajes, leemos en
aquel poemario versos rebeldes, indicios de la actitud desafiante, solidaria y
crítica de Olalla:
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