La joven poesía española tiene el
futuro asegurado gracias a unos autores que no acaparan los primeros
puestos en las listas de libros más vendidos, pero que, sin embargo, han
heredado el don de la lírica. Son autores minoritarios que no llenan auditorios, ni lo pretenden. No escriben para un público. La poesía, de hecho, es un género destinados a unos pocos. ¿Cuántos lectores piensan que tuvo el Cántico espiritual?
¿Quién leía a fray Luis de León? Las copias manuscritas de sus textos
apenas alcanzaban para sus hermanos de hábito. Nuestros místicos no
fueron estrellas del rock, ni siquiera vieron editadas sus obras en
vida, y sin embargo, sin ellos no habría nada. Algunos de los poetas
actuales gozan de miles de seguidores en el mundo virtual, y agotan las
tiradas de sus libros con sus versos low cost. ¿Deseable? No.
¿Y sorprendente? Repasemos. Pasa en la poesía como en el cine: lo
tenemos de culto y comercial. Y seamos sinceros, en este país no batimos
récords de taquilla con películas de la talla de Nader y Simin (Asghar Farhadi, 2011), sino con cintas como Torrente, el brazo tonto de la ley (Santiago Segura, 1998). O como pasaba con el teatro en el Barroco, que parió obras excepcionales como La vida es sueño y
obras destinadas a complacer los deseos de las masas por ver las
aparatosas escenografías de las comedias de santos o mitológicas, a las
que denominaba Luis Vélez de Guevara comedias de ruido. Igual que con la novela del siglo XIX. Recordemos los lamentos de Galdós a propósito de la narrativa de entonces (Observaciones sobre la novela contemporánea en España, 1870):
Destinada sólo a la distracción y deleite de cierta clase de personas, se ha hecho aquí cuanto había que hacer, inundar la Península de una plaga desastrosa, haciendo esas emisiones de papel impreso, que son hoy la gran conquista del comercio editorial. La entrega, que bajo el punto económico es una maravilla, es cosa terrible para el arte…
Es decir, nada nuevo bajo el sol. Aunque
nos duele, mucho, porque amamos la verdadera poesía: esa que se asoma al
misterio, la que caza sus símbolos en medio de la noche, la que no
tiene mapas, la que lo arriesga todo a las intuiciones, la que levanta
un mundo de la nada. Pero lo cierto es que siempre han existido dos
fuerzas enfrentadas que han puesto el acento en cosas diferentes: la
excelencia y las ganas de agradar a una mayoría. Y siempre ha habido
editores (o productores) que han apostado por obras de mérito artístico,
frante a aquellos otros que han sacrificado la calidad a las ventas.
Pero comentaba al comienzo de esta reseña que la poesía en
este país tiene futuro porque hay jóvenes que están demostrando oficio,
conocimiento de la tradición, profundidad temática, personalidad
estética y altura de miras. Me refiero a poetas nacidos en los 90 o
incluso en este siglo en que estamos. Y en concreto a Mario García Obrero (Getafe, 2003) y a Rosa Berbel (Sevilla, 1997), ganadora, con 20 años, del premio «Antonio Carvajal», que publica Hiperión.
La sorprendente madurez artística de Berbel
me recuerda, claro, a la de mi añorada Carmen Jodra (premio Hiperión
con 19 años por Las moras agraces). Qué dominio de la
técnica y qué manera de escuchar el látido de su época, a tan temprana
edad. Pensemos que los poemas de ambas debieron ser escritos en
bachillerato y/o primero de carrera, en la fase final de su
adolescencia.
Las niñas siempre dicen la verdad es un libro ambicioso. Su joven autora aborda tópicos temáticos (tempus fugit, amor),
motivos generacionales (la precariedad laboral, la importancia de la
imagen, la familia) y asuntos que se encuentran en la agenda
socio-política (la violencia de género). Si bien Berbel utiliza un
registro coloquial, su estilo está trufado de retórica: paralelismos,
anáforas, antítesis, quiasmos, elipsis, polisínditon, ironía… El tono
del libro, de hecho, unas veces es irónico y otras absolutamente
desesperanzado:
«Crecer es
andar más, con más miedo,
por calles más vacías,
no creer en otros mundos
posibles o imposibles»
andar más, con más miedo,
por calles más vacías,
no creer en otros mundos
posibles o imposibles»
El nihilismo es una pátina que recubre los textos, de la que se salvan muy pocos, entre otros Sisterhood, un buen poema que enaltece el amor fraterno, la intimidad entre dos hermanas.
Son muchos los poemas a destacar dentro del conjunto (Árbol genealógico, Las niñas siempre dicen la verdad, Exorcismo, Oráculo de Delfos, Planes de futuro…), pero quiero traer aquí uno excepcional:
Mass Media
Desde esta habitación se escuchan las noticias.
Dejas la tele puesta
mientras estamos juntos en la cama.
Me molesta saber que existe algo
fuera de aquí,
que hay algo más reciente que nosotros.
Saber que hay quien se muere
en el cuarto de al lado,
que está cayendo bombas encima de hospitales,
que están violando a niñas
o estrellándose coches en la A-92
en el mismo momento en que pensamos
en que vamos quizás
un poco rápido.
mientras estamos juntos en la cama.
Me molesta saber que existe algo
fuera de aquí,
que hay algo más reciente que nosotros.
Saber que hay quien se muere
en el cuarto de al lado,
que está cayendo bombas encima de hospitales,
que están violando a niñas
o estrellándose coches en la A-92
en el mismo momento en que pensamos
en que vamos quizás
un poco rápido.
Es imposible saber de qué cabo tirará Rosa
Berbel en un futuro libro. En este primero ha abierto varias líneas
temáticas, ha demostrado que domina tanto la métrica clásica como el
verso libre, y además vemos que le resulta igual de sencilla la
inmersión en sus profundidades que el avistamiento de su entorno. No se
puede pedir más a una ópera prima (en realidad, a ningún libro). Se trata de un debut excelente. Y desde aquí deseamos a la autora que camine sin prisa hacia el destino brillante que le espera.
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