ESENCIA DE UNA EPOPEYA
Hay que cuidarse mucho de decir esto o aquello a la
hora de replantearse la revisión de cualquiera de
los títulos de nuestros clásicos, ya sea en su integridad
o en alguna de sus partes. ¿Qué Homero se prefiere,
qué Shakespeare, cuál es la verdadera finalidad del
personaje de Dulcinea, por qué el troyano Eneas rinde
incondicionalmente, hasta el suicidio, a la fenicia Dido,
reina de Cartago, es digno el episodio del Caballo de
Troya de versiones más o menos ajenas al entramado
exacto de la obra original?
Sirva este preámbulo para proponer la presente
edición del segundo libro de la Eneida como lectura válida
y preciosa. Ediciones Hiperión se ha llevado el mérito
de actualizarla. Doce libros componen esta obra
magna latina. Cuentan los biógrafos de Virgilio (Mantua,
70 a.C.-Brindisi, 19, a.C.) que la Eneida no quedó terminada
enteramente a su gusto. Con su muerte presentida,
la obra carecía de una última corrección, y aunque
el poeta pidió que se quemara, sus amigos más íntimos
y el propio emperador Octavio Augusto consiguieron
convencerlo de lo contrario.
Expone Vicente Cristóbal López, catedrático de Latín
de la UCM, traductor y prologuista de La última noche
de Troya –y lo hace con agradecible tono didáctico–:
“La Eneida no es una novela, es una epopeya como
la Ilíada y la Odisea, como el Orlando furioso, como
el Poema de Mio Cid, como la Araucana; y está escrita
en hexámetros, versos largos de entre doce y diecisiete
sílabas, cuyo ritmo se basa en la alternancia de sílabas
largas y breves, la musicalidad de los versos es un
ingrediente necesario para la esencia de una epopeya.”
Esta versión se adecúa a versos castellanos en hexámetros.
Después de ser rescatado, atendido y obsequiado
por la reina Dido, Eneas se dispone a relatarle la historia
trágica de Troya y de los troyanos, y su derrota a manos
de los guerreros griegos tras once años soportando
el asedio. La estratagema del famoso caballo pudo
con Eneas y los suyos, y así, una historia inverosímil
viene a dar en literatura universalmente conocida. Ulises
vence; Eneas se ve obligado a huir para salvar la vida
y la de parte de su pueblo. La noche en que Eneas
relata a Dido la perdición de la ciudad es la que encierra
la noche del libro segundo, en esta hora oscura se
abren las entrañas del caballo de madera desde donde
Ulises y los griegos descenderán a la conquista y ascenderán
a la gloria literaria. Le dice Eneas a Dido: “Pero
si tanto deseo te mueve a saber nuestra ruina/ y a
brevemente escuchar la fatiga de Troya,/ aunque mi alma
aborrece el recuerdo y huyo de esta pena,/ comenzaré…”
(II, 10-14).
Este libro segundo es el más autónomo de toda la
epopeya. Una unidad en sí mismo, lo cual la industria cinematográfica
contemporánea habrá agradecido al genial
mantuano. En suma, Eneas nunca olvida que está
hablando a la reina Dido. Igualmente, en los siguientes
episodios del libro (construcción del caballo, estratagema
de ocultarse en Ténedos, alusiones a la pérdida de
Troya, vv. 76-77, a la perfidia griega, vv. 88-89), el héroe
la informa de los avatares de la ciudad rememorando
los acontecimientos de la manera más completa posible,
y como personaje omnisciente y vividor y sufridor
del drama legendario. Lo que importa en este caso es
despertar la compasión de la reina y del auditorio.
No todos los estudiosos y lectores se ponen de
acuerdo a la hora de valorar la heroicidad presuntamente
incontestable de Eneas en aquella noche del caballo
hueco. ¿Quién apostaría por averiguar lo que pasó
de veras?
Carlos María Maínez
La última noche de Troya (libro II de la Eneida), Virgilio.
Edición bilingüe. Traducción de Vicente Cristóbal López
Hiperión. Madrid, 2018.
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