"En la tierra desolada" de Fermín Herrero por Alejandro López Andrada - Cuadernos del Sur - Diario Córdoba

La voz sencilla de la naturaleza
En la tierra desolada, el nuevo poemario de Fermín Herrero
Alejandro López Andrada
Cuadernos del Sur DIARIO CÓRDOBA 06.11.2021
Para escribir la luz que se deforma sobre las sombras del monte en el invierno o dibujar la línea de la hierba mecida por la brisa de poniente en unos versos con naturalidad es necesario haber vivido amando y respirando paisajes naturales que hoy ya no existen y han quedado atrás. El tiempo derruyó con sus pisadas de blenda el corazón de un mundo idílico, humilde y campesino, natural, sumergido en los labios de la niebla, en la espesura añil de las entrañas de quien lo conoció hace muchas décadas y habitó intensamente en él. Fermín Herrero (Ausejo de la Sierra, 1963) ha pisado las trochas y las veredas de un universo rural lejano, extinto, que en su poesía, no obstante, resucita de una manera hermosa y persuasiva: «Octubre/ sin nadie. Enormes piedras sueltas al pie/ de las colinas, en las tierras paradas, las huellas/ de los corzos, la extraña luz de la chopera» (pág. 33). En estos versos limpios, naturales como el silbo del viento entre los tilos, la voz sencilla y rural del gran poeta que hay en Fermín Herrero nos dibuja su reencuentro con el alma de la tierra, con la raíz de su infancia dibujada y escrita en los parajes desolados y, al mismo tiempo, dulces en su pobreza de su Soria natal, donde su alma conecta con el silbo de los pájaros y la inocencia ocre de los montes cercados por la soledad y el frío.
Ya en su primer poemario, Echarse al monte (Premio Hiperión 1997), aparecían los símbolos terrestres de su poesía honda y campesina, fijando las raíces de una voz profundamente lírica y rural que en los siguientes libros de poesía -Un lugar habitable (2000), El tiempo de los usureros (2003) y Tierras altas (2006)- iba a esencializarse y definirse como una de las más importantes y genuinas del panorama poético español. La poesía de Herrero es clara y sólida, sobria y fluida, tierna y transparente, resistente de raíz a los vaivenes de modas oportunistas y cicateras que, en muchos casos, como en la actualidad, derraman bruma y tinta, confusión, ocultando con su languidez simplona el fulgor diamantino y esencial de poesías tan sólidas como esta donde no cabe la ramplonería, la bobería vulgar y adolescente de otros poetas aplaudidos y afamados. Aquí, en este poemario, hay más verdad, más hondura y más lirismo, más misterio, que en todos esos poemarios superventas llenos de versos aburridos y lacrimógenos. Algunas piezas de este libro memorable, reconociendo su singularidad, nos recuerdan por su aliento castellano a la obra lírica de Claudio Rodríguez: «He bebido del manantial tumbándome de bruces/ a su vera, según es ley, sorbiendo hondamente/ en sus entrañas» (pág. 56).
Poesía sobria de aliento machadiano, pero también terriblemente humana en la desolación que nos presenta con su gavilla de versos candeales que anidan entre los ojos del lector como sedosos grajos de lignito volando entre las cárcavas del tiempo. La voz poética de Fermín Herrero señala los paisajes abandonados, la voz del hombre, su huella cenital, rasgando el aire de los pueblos abandonados, comidos por el musgo y la maleza. No obstante, en esas bíblicas señales de un mundo campesino cercenado por la herrumbrosa hoz de la desidia, la emigración, la ausencia y el olvido, el poeta soriano acota vértices de un humanismo agrario que ilumina y deja un margen suave a la esperanza y a la alegría del hombre que aún espera hallar un bálsamo levemente anímico en la textura de los campos fríos y yermos: «He visto amanecer. La calma y la alegría/ de los pájaros, junio, las estrellas en el frescor… Dejo correr limpísima el agua» (pág. 77).
Fermín Herrero aquí, en este poemario, como en su anterior, Sin ir más lejos (Hiperión, 2016), con el que obtuvo el Premio de la Crítica, rescata del naufragio del olvido y la acritud de una realidad grotesca, la lírica verdad de un mundo agrario en el que se cimentan las raíces de una verdad eterna e inmutable: la del hombre que vivía en armonía, en paz y amor, con la madre tierra. En su poesía se hacen nube las gramíneas yermas del páramo bajo el sol del tiempo. Solo por eso, y también por más razones, uno debe adentrarse entre los versos de este poemario bello, magistral, en el que hallamos versos como estos: «Oír, mirar/ para seguir mirando, en desamparo. A buen/ seguro no saldrás en la foto de tu generación» (pág. 47). Ni falta que le hace, pues Fermín no necesita fama. Es el mejor con diferencia de su generación cuando dibuja el alma cristalina, sencilla y limpia de la Naturaleza.
‘En la tierra desolada’.
Autor: Fermín Herrero.
Ediciones Hiperión . Madrid, 2021.
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