EL DIARIO VASCO

Francisco Javier Irazoki en su casa de París, donde vive desde hace 28 años.
Francisco Javier Irazoki: «La poesía es una manera de ser persona»
Escritor
El poeta navarro afincado en París presenta mañana en el Koldo Mitxelena una antología de su obra poética desde 1976 hasta la actualidad
Francisco Javier Irazoki Escritor
ROBERTO HERRERO Domingo, 24 octubre 2021, 07:26
Irazoki (Lesaka, 1954) estará mañana en el centro Cultural Koldo Mitxelena a las siete y media de la tarde para presentar 'Palabra de árbol' (Editorial Hiperión), una antología poética que recoge ciento siete poemas, ochenta y cinco de ellos en prosa, y todos exponentes de experiencias que define como íntimas y profundas. El autor ha querido también aportar en la entrevista uno de los textos que dejó fuera de la selección.
– ¿Cómo ha vivido realizar su propia antología?
– Sin angustias. Me niego a esconder huellas y reivindico todo lo que he publicado. También lo que considero fallido. Como explico en una breve nota inicial, mi criterio es claro: las páginas que expresan cualquier experiencia íntima profunda tienen prioridad en mi selección. La belleza formal, siempre importante, aquí es secundaria. Igualmente explico que, a partir de los años noventa, los poemas en prosa reflejan mi manera más libre de concebir la poesía.
– Se incluyen cinco poemas de 'Música incinerada', aún inédito. Con ese libro termina su relación con la escritura poética.
– Acabé la escritura de 'Música incinerada' cuando la antología estaba en imprenta. Es el final de una forma de expresarme. Me persigue una idea justa de Cioran: «Lo ideal es repetirse como Bach». Sé que, por incapacidad, los artistas terminan repitiéndose. Me parece que ninguno, ni siquiera los extraordinarios Josquin Desprez o John Coltrane, consigue la altura constante de Bach, y ahí nos hiere la punzada irónica de Cioran. Acepto en paz mi pequeñez, pero no mi pequeñez repetitiva. Prefiero perderme en caminos que desconozco. Ahora tengo más proyectos literarios que vida futura.
– ¿Pararse a componer esta antología le ha cambiado en algo su idea sobre la poesía?
– Detesto las posturas dogmáticas, pero defiendo algunas convicciones literarias muy firmes. En primer lugar, confirmo mi disgusto ante una versión reductora de la poesía. Yo la he hallado en personas y lugares alejados del espacio estrecho que se le destina. La poesía sabe huir de las cárceles llamadas verso, métrica, vocabulario restringido. No la percibo atada al arte. Llega a la forma de vivir. Aunque desconociera los libros, mi padre era un hombre grande lleno de poesía. Para mí, la poesía es una manera de ser persona.
«El castellano es mi herramienta literaria. Las guerras entre idiomas están inventadas por los enemigos de la poesía»
LA ELECCIÓN DEL IDIOMA
– ¿Qué opinión tiene de la poesía española actual? ¿Me puede destacar a algunos autores imprescindibles para usted?
– Me ha impresionado el último libro de Ramón Andrés, 'Los árboles que nos quedan'. La música es la columna de sus pensamientos y palabras. Asimismo, aprecio mucho las obras recientes de Rafael Fombellida, Aurora Luque, Eloy Sánchez Rosillo o Álvaro Valverde. También leo con placer a varios creadores jóvenes. Pienso en María Martínez Bautista. En lengua española, pero más allá de nuestro país, sobresale la colombiana Piedad Bonnett. Aquí cerca, sintonizo enseguida con Harkaitz Cano o Jorge G. Aranguren, un maestro recluido en la penumbra. Y, pasado el tiempo y sus ruidos, recordaremos que Fernando Aramburu es autor de una obra poética tan bella como poderosa.
– A veces le han echado en cara que siendo euskaldún solo escriba en español.
– Desde el principio, la lengua castellana es mi herramienta literaria. Es la que menos dificultades me impone si quiero expresar cualquier vivencia. El euskera ha sido la lengua de mis afectos familiares. Ahora llevo 28 años comunicándome diariamente en francés, idioma que he estudiado con paciencia. Incluso me han concedido la nacionalidad francesa. Sin embargo, a la hora de escribir literatura, no se me ocurriría renunciar a los matices aprendidos en las páginas de Jorge Luis Borges, Luis Cernuda o César Vallejo. Son los autores que más puertas me han abierto. Las guerras entre idiomas están inventadas por los enemigos de la poesía. Te reprochan algo mientras sacuden los barrotes de sus celdas ideológicas.
– «Que el hombre no sea sólo una pausa de la muerte», escribe en el libro. ¿Deseo cumplido?
– El 21 de octubre cumplí 67 años, una edad imposible de imaginar en los momentos difíciles de mi biografía. Se lo diré sin rodeos: estoy colmado de gratitud. Me han protegido, de cerca, las mejores compañías humanas. Además, mi entusiasmo por París y por muchos de sus habitantes no ha disminuido. Sigo celebrando la discreción y sensibilidad de mis vecinos.
Un texto que rozó la puerta del libro
En momentos de desánimo, el mundo parece una esfera donde viajan siete mil millones de miradores de zapatos. En mi rincón, Francia, abundan los hombres que son presidiarios de sus espejos. No pocos parisinos se repeinan ante las lunas de los escaparates mientras evalúan, con la barrida de una sola mirada, las recientes marcas comerciales. Intoxicados por la fachada impoluta, no les importa mancharse alegremente con la vulgaridad expresiva. Va cayendo sobre sus pecheras la mugre del idioma mal usado, pero las manchas mayores las produce el consumismo. Yonquis de la obediencia, necesitan inyectarse la dosis diaria de sumisión a la moda. Las consecuencias no pueden ser más funestas: conseguimos que las nuevas generaciones esperen con docilidad las decisiones de una cultura de supermercado. Militan en la resignación mercantil. Incluso les transmitimos un recetario limitado y para el postre nunca les falta la homofobia recién aprendida en los chistes escolares. Les hemos dicho que la imagen es la capital del universo y ellos se lo han creído con disciplina. En resumen, observan e imitan nuestra egolatría hueca. Deben aprender de unos predecesores -nosotros- drogados con la comodidad de la apariencia.
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