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ÁNGEL GUACHE. CANTOS PARA BALLET BUFO (ANTOLOGÍA).
20 Viernes Nov 2020
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ÁNGEL GUACHE. CANTOS PARA BALLET BUFO (ANTOLOGÍA).
EDITORIAL POESÍA HIPERIÓN.
Me da la impresión de que Ángel Guache (Luanco, 1950) es, a día de hoy, a pesar de su incesante labor como artista plástico (comenzó exponiendo en 1972 y en 2001 el Museo Reina Sofía expuso su obra “Poemas geométricos”, una colección de obras de pequeño formato que tenía al color blanco como núcleo), como letrista, cantante y compositor, como poeta y autor de literatura infantil, un gran desconocido, aunque un crítico lo calificó en su momento como «el más irreverente niño prodigio de la poesía española». Su trayectoria poética es lo suficientemente extensa y personal como para que se le hubiera incluido en alguno de los múltiples recuentos que se han llevado a cabo en las últimas décadas, sin embargo, ha sido excluido impunemente, mucho nos tememos que a causa de que tanto su personalidad como su obra no se adaptan bien a los contornos cerrados, a las taxonomías preconcebidas. Antes y ahora, ya está bien de engañarnos, el ejercicio de la libertad no resulta gratuito. Un ejercicio, además, que algunos han tachado frívolamente de excentricidad, aunque, si nos atenemos a la etimología geométrica, es cierto que Ángel Guache es un poeta excéntrico, porque, a pesar de vivir en Madrid, su vida transcurre por los márgenes.
Volviendo a la poesía, desde su primer libro, publicado en 1979 con el título “Apariciones”, hasta esta antología, “Cantos para ballet bufo”, se han sucedido más de veinte títulos, entre los que destacamos “El viento en los árboles”, publicado en 1986 por la magnífica editorial, desaparecida hace muchos años, Trieste —fue gracias a este libro como algunos descubrimos su poesía, y de la admiración que nos suscitó da cuenta el que le publicáramos una “plaquette”, “La sombra del bosque”, en la extinta colección Scriptvm en 1989—, “Los adioses” (1991), “Disonancias antárticas” (1992), “Media hora de bondad” (1995), “¡Que venimos del mono!” (1997), “Un mundo”(2000) o “Alucinaciones flacas y gordas” (2005). A diferencia de la presente, en la antología “Cancionero de la musa patidifusa” (1999), se hacia referencia a los libros de los que procedían los poemas. En “Cantos para ballet bufo” los poemas se suceden como si fuera un libro unitario y lo cierto es que, desde que abandona la poesía simbolista de sus inicios literarios, Ángel Guache ha encontrado en la poesía de carácter burlesco, de gran tradición en nuestro país desde el siglo de Oro —una cita de Quevedo encabeza esta ristra de poemas—, un espacio en el que activar sus diatribas contra esto y aquello, haciendo uso de distintos grados de ironía y de un poderoso sentido del ritmo poético. No hay tema que esquive y en cada uno de ellos no deja títere con cabeza, empezando por sí mismo y por su oficio de poeta, como vemos en estos versos: «La fama, al escritor / lo convierte en figurón, / sobre todo / cuando se sienta en el bidet, / y lo vuelve más tonto que la bedet» o «crucificado por huestes / asesinas / de mediocres poetas excelsocreídos, / depilados, / de navaja con hambruna // y flor y desfloro empresa loca / y deshojo la dura adrenalina / con alcoholes de oro / o de tintorro». La religión, las ideologías, la tecnología, el consumismo, el amor, la telebasura, el adocenamiento social, la parodia de la poesía trascendente y/o críptica (comienza «Eliotiana» con estos versos «Soy un Eliot redivivo y demencial, / mi Tierra baldía está en mi corazón contaminado / por insecticidas asesinos y residuos tóxicos»), la propia poesía («La libertad es el objetivo del poema, / la buen salud del poeta»), la política, la usura, la especulación («Un bloque de viviendas y oficinas se ha hundido. / Hubo víctimas. Sus familias se quejan de la baja calidad de los materiales»). El carácter musical, presente en toda su obra, se acentúa aún más en poemas en forma de tango, más que poemas, cantos, letras de canciones que nos recuerdan en algunas ocasiones a autores como Jaume Sisa o Chicho Sánchez Ferlosio. No escasean tampoco los versos que, leídos fragmentariamente, son logrados y sugerentes aforismos, como estos: «Descríbeme tu vida / y yo te diré si te merece la pena vivirla» o «No. No. Esto no es la felicidad. Es un conato. / Un desvanecimiento de la Nada».
Como decíamos, su yo más íntimo también es diseccionado con humor, pero sin compasión, en numerosos poemas: de «mamífero parlanchín» se tilda en uno de ellos, y con una clara conciencia de sus intenciones, en otro escribe «No quiero ser el tipo de gilipollas / que suelen ser ciertos poetas». Nadie pude tratarle con tanto desgarro emocional como hace él mismo en el poema «Befa y retahíla de la tragicómica y espectacular vida secreta de ángel Guache», un compendio de definiciones y de características que van desde tragicómico a lo sarcástico y viceversa. Uno no puede evitar contagiarse del poder desmitificador y de la visión del mundo de Ángel Guache, un contagio que debe limitarse a lo meramente literario si uno quiere conservar cierta reputación intelectual, tal y como sugeríamos al principio de este comentario, y es que supondría hacer una lectura sesgada e insuficiente quedarnos en la superficie de lo que estos poemas expresan. Bajo esa apariencia lúdica se esconde una crítica corrosiva que no logra ocultar la pasión por la vida de quien se empeña en dignificarla.
-RESEÑA PUBLICADA EN EL SUPLEMENTO SOTILEZA DE EL DIARIO MONTAÑÉS, EL 20/11/2020
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