Los días hábiles
Carlos Catena Cózar. Madrid, Hiperión, 2019
Por José Cabrera MartosIDEAL. Granada. 1 de febrero de 2020
Carlos Catena Cózar cristaliza el apotegma del filósofo Byung-Chul Han «el hombre no es un homo laborans, sino un homo ludens» a través de una radiografía del trabajo desde el acantilado neoliberal. Para ello contrapone dos ideologías espacio-temporales: la labor tradicional de sus raíces familiares ancladas a una tierra serrana casi organicista en su sentido religioso (estampitas de vírgenes, el Ángelus…) y el trabajo actual desarraigado del espacio-tiempo a través de eufemismos tales como flexibilidad y deslocalización, en aras de un animismo capitalizado.
Tras habitar esta doble vía para el ganado trashumante, esta cañada, Catena rechaza la autoexplotación y la vacuidad, la servidumbre voluntaria (Zizek) o la moral del esclavo (Nietzsche). Pero también constata que no hay salida de emergencia, ni liberación presente, si no es con el suicidio, la muerte y/o la jubilación, en apotegmas épicos dilapidarios «la mayor hazaña del hombre moderno/ es cotizar hasta jubilarse» y bienaventuranzas escépticas, blasfemas o antinativas por su acidez y desencanto: «bienaventurado el sexo anal porque no da hijos».
Consecuentemente, 'Los días hábiles' desasosiegan (Pessoa) tanto el significado como el significante a través de poemas sin puntuación ni título, generando un fluir sin marcas de sentido donde todo tiene el mismo valor, «Mantener el orden» de lo heredado es imposible: Los grandes metarrelatos han muerto. La narratividad, lógica temporal en un mundo hiperconectado e incoherente, se desmorona en fragmento-sucesión-adición de vivencias unidireccionales (Marcuse). La soledad unánime del hombre posmoderno que recurre al diálogo fingido en un monólogo perpetuo público-privado global (Twitter) para rellenar la destrucción de las raíces familiares y la desubicación «Desde este tiempo sin memoria» mutadas en términos económicos, «en el extranjero una transferencia bancaria /es el único abrazo que mi padre puede darme». Y en esta tierra lejana el emigrante-poeta escribe un diario y comprende lo totémico de la herramienta de labranza de la abuela, cuyo nombre desconoce fagocitado por otros sistemas de producción, por otros lenguajes y lenguas, que se iguala con el cuadro 'Los zapatos' de labranza de una campesina de Van Gogh como compensación utópica de un mundo perdido (Heiddegger) frente a la frívola superficialidad moderna de Warhol (Jameson) o la hiperreralidad de Steve Jobs.
Catena nos enfrenta a la ilusión libertaria de las democracias occidentales, maldiciendo el trabajo como cadena de herencia humana-familiar impuesta desde su origen bíblico y como autorrealización ilusoria en el mercado laboral de la explotación depresiva, sentir común de una generación perdida que ha tenido que quedarse en el paro, claudicar dictatorialmente ante las leyes del mercado o exiliarse en la precariedad extranjera de la globalización.
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